Unas de cal y otras de arena en Siria y Corea

En medio de la cruenta y complicada guerra en Siria que por estos días arribó a los seis y en la tensión que se vive en la península coreana por el riesgo de enfrentamiento, incluso con armas nucleares, entre Corea del Norte y Estados Unidos, la primera mitad de mayo presenta algunas señales positivas y otras que añaden más preocupación por situaciones que de por sí son bastante explosivas.

En el país árabe surge una luz de esperanza con el acuerdo logrado en Astana (Kazajstán) entre Rusia, Irán y Turquía, con base en el cual se crearían cuatro zonas de seguridad o distensión durante seis meses que pueden prorrogarse. Este pacto implica una tregua con cerca de treinta grupos armados y no comprende a la filial de Al-Queda, que es el Frente Al-Nusra, que recientemente cambió su nombre y pasó a llamarse Fath Al-Sham, ni al Estado Islámico.

De acuerdo al presidente turco, Erdogán, patrocinador de varios de los movimientos armados que combaten al gobierno de Assad, este acuerdo implica el cese del 50% de las hostilidades.

No es poca cosa poner fin a la mitad de una contienda que traído tanto sufrimiento al pueblo sirio y ha desestabilizado una zona en la que se desarrollan varios conflictos. Sin embargo, aún falta ver si realmente se cumple este acuerdo y además hay otros aspectos que lo ensombrecen, como la actitud de los Estados Unidos de ingresar tropas sin el consentimiento del gobierno sirio, pretende tomar por su propia cuenta, con el apoyo de los curdos la ciudad de Raqa, que es la capital de facto del Estado Islámico en Siria. Como si eso fuera poco, dicha superpotencia realiza una gran concentración de tropas junto a efectivos del ejército jordano en la frontera jordano-siria, claramente con el objetivo de abrir otro frente contra el gobierno sirio.

Ese es el claroscuro de la crisis siria en la mitad del mes que corre. A su vez en el Extremo Oriente, en tanto que crece la tensión entre Norcorea y Estados Unidos, sorprende la reciente declaración de Donald Trump en el sentido de que le “honraría” reunirse con el líder norcoreano, Kim Jon Un “si se dan las circunstancias adecuadas”. Dados los antecedentes erráticos del mandatario estadounidense su expresión debe tomarse con reserva pero no deja de ser una luz de esperanza en el complejo panorama del contencioso entre ambos países. Más concreta y real es la posibilidad derivada de la reciente elección del nuevo presidente de Corea del Sur, Moon Jae In, del Partido Democrático, que recibió un contundente apoyo del electorado a su posición de priorizar el diálogo y las medidas de confianza en la relación entre las dos Coreas, lo que aliviaría la tensión que tiene en vilo al mundo.

Entre tanto, como telón de fondo de este complejo decorado internacional, se desarrolla una extraña comedida de equivocaciones en Washington al desatarse una tormenta política por el despido del director del FBI y por las presiones que viene recibiendo Trump por haber compartido información con el canciller ruso sobre los planes terroristas del Estado Islámico.

Es de esperar que al presidente de los Estados Unidos no se le ocurra efectuar sobre Corea del Norte un ataque similar al que realizó hace poco contra Siria como manera de aliviar la presión que sufre en su propio entorno que sigue teniendo a Rusia como espantajo y comodín en sus luchas internas.

 

 

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