¡Alerta Teherán!

Amigo ¿en qué meditas? ¿En tus antepasados?
Polvo en el polvo. ¿En sus méritos?
Sonríe… Toma este cántaro y bebamos
escuchando serenamente el silencio del cosmos.

Fragmento de un poema de Omar Kayam

Hace dos años lamenté en nota titulada Jardín persa en peligro el estallido de bombas en el restaurante iraní Sherezada, situado en el barrio Palermo de Bogotá. Hoy la alarma es mucho mayor porque el riesgo se cierne sobre todo el país persa y sobre todo el Medio Oriente a raíz de las amenazas, adobadas con sanciones económicas y diplomáticas, más la presencia ominosa de naves de guerra en las cercanías de Irán por parte de la mayor potencia mundial.

La tensión entre Irán y Estados Unidos no es nueva. Viene desde el comienzo mismo de la revolución de 1979 que puso fin a la monarquía del Sha Reza Palevi, aliado incondicional de Occidente e Israel. Con la llegada al poder del clero shiíta la ecuación de poder en la región cambió radicalmente ya que Norteamérica e Israelporque los nuevos gobernantes se alinearon en el eje de la resistencia que se opone de manera clara a las pretensiones hegemónicas de esos dos países. Tanto es así que declaran abiertamente su solidaridad total con el pueblo de Palestina y su grado de desconocimiento a Israel es tal que no lo mencionan por ese nombre sino que lo denominan “entidad sionista”.

En ese marco se dio la terrible guerra con Irak(1980-1988), confrontación de grandes dimensiones iniciada por Sadam Husein con mal disimulado apoyo de las potencias occidentales que dejó en ambos bandos más de un millón de muertos y gran destrucción material.

La situación se agudizó cuando Irán recuperado de esas heridas comenzó a tener un mayor protagonismo regional, estrechó sus alianzas con sectores como la milicia Hezbolá en Líbano, el gobierno de Asad en Siria y los sectores palestinos menos proclives al sometimiento al dictat de Israel como Hamas.

El acceso del liderazgo iraní a la energía nuclear, que sostiene es con fines pacíficos, en tanto sus rivales afirman (sin pruebas) que es con motivaciones bélicas, dio un salto de calidad a este contencioso. Con la prepotencia propia de los matones tanto Usa como Israel se arrogan el derecho a impedir que Irán acceda a esa tecnología, mientras dan por sentado que ellos sí tienen el privilegio de poseer armas atómicas. A tal grado ha llegado la campaña que los servicios secretos israelíes asesinaron a cuatro científicos iranios que trabajaban para su país en programas de energía nuclear.

Sin embargo, se demoniza al régimen iraní al punto de que Bush hijo lo incluyó en un supuesto eje del mal integrado junto a Irak y Corea del Norte. Hubo un cierto alivio con el acuerdo a seis bandas entre Irán, Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Rusia y China en el que aquél se comprometía a usar la energía nuclear únicamente con fines civiles y a permitir la inspección de enviados de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) de la ONU, a cambio del levantamiento de las sanciones que se le habían impuesto.

Pero lo bueno no dura, en 2018 Trump retiró a Estados Unidos del pacto, a pesar de que todos los demás signatarios y la propia AIEA certificaron que Irán venía cumpliéndolo en su totalidad. Desde entonces, viendo que el país persa se crecía en prestigio e influencia regional, la campaña mediática, de sanciones económicas y amenazas creció exponencialmente. Ahora el presidente Trump eleva el tono, hace sonar tambores de guerra, manda el portaaviones Abraham Lincoln a las puertas mismas del milenario Irán, creyendo que intimidará a un pueblo con una cultura ancestral y una dignidad a toda prueba.

Las “advertencias” de los jerarcas norteamericanos en el sentido de que cualquier acción por parte de Irán o sus aliados provocaría una reacción terrible suena como a una justificación anticipada de cualquier provocación que sirva de pretexto para desencadenar una agresión. En ese marco los fantasmales ataques en el mar a petroleros saudíes y emiratíes, que no están muy claros e incluso han sido condenados por las autoridades iraníes, encajan dentro del manejo mediático y la manipulación que caracteriza a los poderes imperiales. Si a eso se le suman los ataques con drones a instalaciones petroleras en Arabia, esos sí reales y con autor que los reconoce (los hutíes del movimiento Ansarula y el ejército de Yemen que resisten la brutal agresión de la coalición encabezada por Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, por cierto reforzados por unos 800 mercenerios colombianos), puede pensarse que mezclando verdades y mentiras estaría servido el coctel para acciones militares de gran calado contra los persas.

En ese marco el iderazgo iraní, a la vez que se prepara para cualquier contingencia, mezcla serenidad y firmeza. Zarif, el ministro de Relaciones Exteriores, dijo recientemente que todos los días ve el mapamundi y que observa que el Estrecho de Ormuz está en el Golfo Pérsico y no en el Golfo de Méjico,y recalca que su nación tiene 7000 años de historia y ha sido pacífica, en tanto que de los 240 de existencia de Estados Unidos, solamente 16 han sido de paz. A su vez Sayyed Jamenei, el líder espiritual, cree que no habrá guerra porque los candidatos a agresores saben que cualquier aventura puede salirles muy cara y porque su país tiene la llave del estrecho por el que sale la quinta parte del petróleo que se extrae en el mundo y afirma que si no está abierto para Irán no puede estarlo para nadie. Por ello cree que no habrá guerra pero sí una confrontación de voluntades en la que ellos demostrarán que la tienen más fuerte porque los asiste la justicia.

No es solo Irán el amenazado, son todos los pueblos del mundo, especialmente los que se definen por vías propias e independientes. Hay que parar la mano de los agresores para que no profanen la bella tierra de las alfombras mágicas y del poeta Kayam. Los jardines de Persepólis y Pasargada con sus delicadas rosas, durazneros perfumados y fuentes refrescantes en medio del desierto prevalecerán ante el delirio guerrerista de gobernantes bárbaros.

No es la hora del choque de civilizaciones sino del encuentro de culturas. No del estallido de bombas sino de la paz y la fraternidad entre las naciones.

Que la voz del pueblo de los Estados Unidos no sea la cacofonía bélica de sus gobernantes sino la de sus poetas. Digamos no a esta y a cualquier otra guerra que pretenda iniciarse a su nombre y proclamemos con Walt Whitman que así como “una hoja de hierba no es menos que el día de trabajo de las estrellas y que una hormiga es perfecta”, cualquier país no es menos que la primera potencia del planeta y tiene derecho a vivir en paz.

You are not longer my vicepresident

Hasta la semana pasada, Marta Lucía Ramírez, Vicepresidenta de la República era una más de un gobierno caracterizado por su arrodillamiento ante los Estados Unidos de América y la representación de los sectores más reaccionarios de la política colombiana, empeñados en sabotear los limitados avances del accidentado proceso de paz.

Sin embargo, por respeto a la decisión de las mayorías electorales que la eligieron junto con su compañero de fórmula, no podía negarle la condición de segunda al mando en el ejecutivo colombiano y de eventual reemplazo en caso de ausencia del jefe nominal del estado.

Pero con las manifestaciones del propio Iván Duque en el sentido de que otro personaje ,de cuyo nombre no quiero acordarme, es «el presidente eterno de los colombianos» y con las declaraciones en las que Marta Lucía, por dos ocasiones en la misma entrevista en el país del norte se refirió a Donald Trump como «mi presidente» estos dos altos funcionarios han reconocido su papel de marionetas de otros.

Por ello declaro públicamente que la señora en mención no es mi vicepresidenta porque me niego a reconocer como tal a quien a su vez proclama «urbi et orbe» que «su» presidente es el mandatario gringo. Si continuase dando el tratamiento de «vice» a «Missis»Ramírez, estaría admitiendo a Trump como presidente. Como diría mi profesor de filosofía del bachillerato el silogismo es sencillo. Premisa mayor: Marta Lucía es vicepresidenta de Colombia. Premisa menor: Donald es el presidente de Marta Lucía. Conclusión: Donald es el presidente de Colombia. Desde el punto de vista de la lógica formal es verdadero pero no así para la dignidad de un pueblo ni para un país que presuma de independiente

Continuando con la lógica: Como no quiero al pelucón  Trump como «mi presidente», la forma de negarle esa calidad es afirmar que Ramírez (llamada por Vlado la Dama del Yerro por sus afirmaciones sobre el glifosato y otras babosadas) no es «mi» vicepresidenta.

Además, dado que con esa confesión ella misma reconoce que su corazón está más en el norte que en el sur de América, se lo digo en inglés porque sospecho que entiende más ese idioma que el nuestro:

!Miss Marta Lucía : you are not longer my vicepresident¡

Tania, la niña del río

La defensora de derechos humanos Dora Lucy Arias ha venido acompañando las comunidades afectadas por la represa Hidrohituango y de sus observaciones extraemos esta nota sobre la lucha de la gente del Bajo Cauca:

El extractivismo que ronda por esta américa no sólo extrae naturaleza o eso que algunos llaman «recursos naturales», «materias primas»…. y oros «bienes comunes».,; también se lleva los conocimientos propios, las libertades, la esperanza….

Hubo reunión convocada por entidades del estado en el cañón del río Cauca para diagnosticar los daños que resultaron con su represamiento. las palabras en boca de quienes sufrieron el desarraigo, se estrujaban entre sílabas y gargantas anudadas para salir en procura de un contorno que lograra expresar eso amorfo y desbordado que muchos llaman dolor… así, se escuchó sobre la pérdida del trabajo, de los ranchos, de las herramientas, de las cosas, de la vida….

Allí también estaba Tania, «la niña del río» como se le conoce en el cañón. ella a sus doce años, había compartido lo suficiente con las aguas monas del patrón río; con las guacamayas que hacían sus nidos en riscos y frecuentemente se unían a los ágapes de pescadores y barequeros; había recorrido esas sus montañas con los perros, compañeros imprescindibles en la juerga de una naturaleza despeinada, exhuberante y generosa…Así, Tania que había ido con desgano a la reunión y permanecía distraída y en silencio, cuando llegó la pregunta «¿qué les quitó la represa?… sin vacilar dijo:

….»la alegría»… y continuó con su dibujo…

Conjurando el horror nuclear

Desde la creación de la bomba atómica y su macabra inauguración en 1945 el mundo entró en una espiral de armamentismo nuclear que se constituye en la mayor amenaza para la vida en la tierra. Esta obviedad debería ser la primera preocupación de los gobiernos y pueblos del mundo y se esperaría que ocupara el lugar número uno en la agenda pública y en los medios de comunicación.

Sin embargo, el peligro nuclear es apenas presentado como una noticia más cuando hay picos de tensión entre las potencias. Este ocultamiento o minimización no es casual y es una estrategia para que la gente no se ocupe de la realidad y dirija su atención a otros asuntos menos relevantes, cuando no francamente baladíes.

Por eso no es de extrañar que dos hechos que son de la mayor importancia en relación con esa temática apenas sí hayan merecido alguna mención en la prensa mundial. Me refiero a la demanda de las Islas Marshall y a la nueva agenda de desarme promovida por Antonio Guterres, Secretario General de la ONU.

Ante la Corte de Justicia de La Haya en 2014 el gobierno de ese pequeño país polinésico (edén tropical de 181 kilómetros cuadrados y 70.000 habitantes que sirvió de polígono nuclear de Estados Unidos con graves consecuencias ambientales) demandó a Estados Unidos y a los otros ocho países poseedores del arma nuclear exigiendo que cesen sus planes de modernización y que cumplan el Tratado de No proliferación Nuclear(TNP).

Recientemente el tema volvió a tener alguna mención con la conferencia sobre desarme nuclear en la que el Secretario General de la ONU llamó la atención sobre el aumento del riesgo de catástrofe, incluso por accidente y al hecho de que en el planeta el gasto armamentista ha llegado a cifras escandalosas(en 2017 fue de 1.7 billones de dólares). Recalcó que la búsqueda del desarme total sigue estando en el ADN de las Naciones Unidas y que el TNP continúa siendo el instrumento más importante para lograr el desarme nuclear total.

Este desarme debe ser un objetivo y exigencia de todos los pueblos. Asunto tan vital no debe dejarse en manos de los gobiernos. Deben primar los intereses generales de la humanidad sobre las consideraciones geopolíticas y los juegos de poder que benefician a estados que más que a sus pueblos, responden a las grandes empresas y consorcios fabricantes de armas.

Así se eliminaría la mayor amenaza global y se liberarían recursos que pueden destinarse a otros problemas urgentes como el cambio climático.

Si tras esta causa común se movilizaran millones de personas y las organizaciones sociales la incluyeran como punto esencial de su agenda, las palabras de Guterres y la acción de las islas Marshall tendrían eco y los gobernantes se verían obligados a actuar en consecuencia.

Hay una especie de fatalismo e impotencia que hace ver como casi imposible que el orbe se libere de esta espada de Damocles. A esto se suma la creencia de que una vez se da un avance técnico no se retrocede. Sin embargo, hay que recordar que la existencia de bombas termonucleares cambia radicalmente el devenir y la perspectiva de la familia humana y hace necesario pensar con una nueva mentalidad. Sí es posible salir de la pesadilla nuclear y de hecho hay países como Ucrania y Sudáfrica que renunciaron a ese tipo de armas o al proyecto de construirlas. Ucrania tenía parte del arsenal de la URSS y al disolverse ésta lo pasó a Rusia, en tanto en Sudáfrica la minoría blanca, ante la inminencia del fin del régimen del apartheid desmanteló el programa atómico que estaba muy avanzado. El caso de Irán, ahora en la palestra, que llegó aun acuerdo (el llamado Plan Integral de Acción Conjunta-PAIC)para desistir del programa de arma nuclear y asegurar el desarrollo para usos civiles de este tipo de energía, también es demostrativo de que no es inevitable la fuga hacia adelante en esta materia. Lástima que la arrogancia y la prepotencia imperiales del presidente de los Estados Unidos al retirarse de ese pacto y volver a imponer sanciones al país persa esté haciendo malograr el tratado suscrito hace unos años entre Irán, el propio Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido, Francia, Alemania y China sobre ese punto.  

Colombia debe seguir el ejemplo de Islas Marshall, ese paraíso olvidado que nos trae una voz de esperanza desde el Océano Pacífico y unirse a las voces que reclaman un mundo seguro y en paz.

Caballo de troya en el cielo

El humilde hogar de José Tomás Monterrosa y Otilia Barrios vio nacer el 4 de agosto de 1940 en zona rural del municipio de Berlín, departamento de Usulután, a José Domingo, el menor de varios hermanos. Desde su infancia más temprana fue marcado por el recuerdo de Agustín Farabundo Martí, líder campesino que en 1932, durante la dictadura del general Maximiliano Hernández, encabezó una gran rebelión campesina e indígena apoyada por el recién nacido Partido Comunista de El Salvador que fue sofocada con mano de hierro por fuerzas del ejército, la policía y bandas de los propietarios de grandes haciendas cafetaleras. Martí simbolizaba el salto al vacío y la anarquía promovidas por dirigentes al servicio del comunismo internacional que se aprovechaban de la ignorancia y el resentimiento de los pobres, en tanto Hernández representaba la tradición y la ley, que deben imponerse sin contemplación para que la sociedad mantenga la normalidad.

Su sueño fue “siempre vestir el uniforme militar para imponer el orden y mantener a raya las ideologías contrarias a la civilización occidental y cristiana”. Quiso mostrar que en la sociedad salvadoreña sí había lugar para ascender en la escala social, sin importar la humildad del origen y que el mejor lugar para ello era la institución más claramente dedicada a la defensa de la patria. Después de pasar por el jardín infantil de las señoritas Cortez y aprobar la primaria en su pueblo natal se trasladó a San Salvador, donde realizó estudios de bachillerato en el Instituto Nacional Francisco Menéndez y el Liceo Salvadoreño.

Sin perder tiempo, en febrero de 1960 dio el primer paso de su sueño al entrar al Ejército salvadoreño como caballero cadete procedente de la Escuela Militar Capitán General Gerardo Barrios. Dada su dedicación y disciplina, así como su compenetración total con la doctrina que mostraba a las instituciones castrenses como la salvaguardia de la nación frente a los enemigos internos y externos, amén de garantía del orden social y la moralidad del país, asistidas por la mayor democracia del mundo y adalid del mundo libre, su carrera fue meteórica. Temía no estar a la altura de los retos que le planteaba el momento histórico, deseoso de participar activamente en la lucha contra el comunismo, que a pesar de haber sido golpeado duramente en 1932 continuaba sus maniobras, ahora estimulado por haber puesto pie en tierras americanas con el falso nacionalismo de los barbudos de Fidel Castro que muy pronto mostraron su verdadera cara al franquear la entrada a una potencia extracontinental.

En el suelo salvadoreño empezaron a proliferar grupos de orientación castrista y los peligrosos curas de la teología de la liberación, que junto a demócratas y todo tipo de agitadores o de idiotas útiles no eran más que máscaras del comunismo.

Lo que más lo alarmó fue la creación en 1961 del Frente Sandinista de Liberación Nacional en la vecina Nicaragua, al recordar que Farabundo Martí en uno de sus exilios se había unido a Augusto César Sandino, obteniendo un lugar destacado en las huestes de ese peligroso subversivo.

Frecuentemente empezó a tener pesadillas en las que aparecía Farabundo, sembrando de nuevo el desorden y la división en la patria salvadoreña.

En tiempo récord escaló todos los grados de la suboficialidad, hasta ser ascendido a oficial el 12 de noviembre de 1963 con el rango de subteniente.

Junto con los avances en el escalafón que lo llevaron a teniente en 1966, capitán en 1971, mayor en 1976 y a teniente coronel en 1980, se destacó por su fervor en el estudio de la ciencia militar, en los temas de seguridad nacional y anticomunismo.

El oficial es el primer soldado

A diferencia de la mayoría de los oficiales, casi todos extraídos de la clase media y de piel más clara que el promedio de los salvadoreños, que trataban al soldado con superioridad y desprecio, José Domingo, semejante a los caballos mongoles, de escasa alzada, fuerte y resistente, mostraba en su tez un fuerte mestizaje y se compenetraba en la vida diaria con sus subordinados. Los acompañaba en todas sus penalidades, compartiendo sus conocimientos militares y políticos, para convertirse en un ejemplo de que cualquiera se puede elevar a una posición muy alta desde un origen modesto.

En la Escuela Militar fue desde el principio magnético y carismático, siempre fue el mejor de su clase, tenía los promedios más altos en los estudios, una excepcional condición física y conocimiento de los conceptos de la guerra y su aspecto político. Para sus jefes y después para los asesores estadounidenses fue excepcional, un salvadoreño ciento por ciento soldado, un líder natural, un hombre de armas nacido como tal, militar nato con la rara aptitud de inculcar lealtad a sus hombres.

Sus subordinados empezaron a admirarlo y respetarlo por su desempeño como militar, conductor de tropas, alumno aventajado de los instructores y academias de países aliados, profesor paciente y comprensivo en los centros de instrucción nacionales.

Pero era en el campo de batalla y en general en el terreno donde mostraba su fraternidad con el soldado. En la cruenta guerra civil en una ocasión concluyó que al quedar en una aldea solo algunas mujeres y niños eso únicamente podía significar una cosa: que todos los hombres estaban en la guerrilla que merodeaba en los alrededores.  Por eso había que quitarle el agua al pez y así se procedió. Tal vez demasiado cansados, los soldados no arrojaron los cuerpos al Lempa, que es un río grande y turbulento, donde no se les encontraría, sino a algunos de sus tributarios, mucho más pequeños. Horas después, al remontar una de esas corrientes, la sed empezó a hacer de las suyas porque ningún soldado quiso llenar sus cantimploras al ver flotando el cadáver de un niño.

El coronel salvó la situación yendo él mismo en helicóptero a traer grandes garrafones de agua embotellada para distribuir entre la tropa sedienta.

En un mismo año (1963) obtuvo dos grandes reconocimientos: la Medalla “Bernardo O’Higgins” de la República de Chile por el primer lugar en materias militares y el Premio “Ejercito de Los Estados Unidos” por el primer lugar en la Escuela Militar.

En 1964 su participación en la maniobra “Operación Rayo” le produjo una felicitación especial por parte del Alto Mando de la Fuerza Armada.

La más honda huella en su formación integral se la dejaron los estudios de paracaidismo realizados en la Escuela de las Américas, ubicada en Fort Gulick, base militar estadounidense en la zona del Canal de Panamá, el curso de Aparejamiento de Paracaídas, el curso de aviación en Francia, el Curso de Comando y Estado Mayor en el Centro de Estudios de la Fuerza Armada.

Pero fue el XXXI Curso Especial de Yuan Peng en la Escuela de Guerra Política de Taiwán, junto con otros adiestramientos de Seguridad Nacional, lo que más contribuyó a su formación militar como guerrero avanzado que entendía su papel no solamente en el campo militar sino en el choque de civilizaciones y en la defensa de los valores occidentales.

Militar todoterreno

La versatilidad y amplitud de su visión y práctica guerrera se demostró en las diferentes áreas en que se desempeñó. Formado inicialmente en la infantería, pasó al paracaidismo y la aviación.

En la Escuela de Armas y Servicios fue el Comandante de la Compañía de Fusileros, en la Escuela Militar Comandante de la Compañía de Cadetes, brillando también como profesor militar del Estado Central Académico en el Centro de Estudios de la Fuerza Armada, en el campo administrativo, en el alto mando de la Policía, en tanto en la Fuerza Aérea fungió en el Escuadrón Aerotransportado en la dirección del Grupo de Seguridad.

A la par que mantenía la pasión por el combate en tierra, en el aire se sentía también en su elemento al ver desde las alturas celestes el campo de batalla y sentir que descendía a él vomitando fuego como un dios justiciero. Su compañero de todas las horas fue un ángel guardián canino, el fiel Huracán, tanto o más militarizado que él. Su fin trágico, en un lanzamiento conjunto, al fallar el paracaídas que suavizaría su descenso le produjo una honda conmoción y el vago presentimiento de que también su fin podría ocurrir en el aire. No temía morir en combate, más bien lo deseaba, siempre y cuando fuera heroicamente, viéndole la cara a la muerte, tal como le oía cantar a su padre recordando el himno de Franco en España, “Cara al sol, con la camisa nueva que tú bordaste en rojo ayer, me hallará la muerte si me lleva y no te vuelvo a ver. Volverá a reír la primavera, que por cielo, tierra y mar espera.”

Honor y gloria en Honduras

Entre el 14 y el 18 de julio de 1969 se dio una corta guerra entre El Salvador y Honduras. El conflicto se originó en un diferendo por límites y por el trato que se daba en el país vecino a los inmigrantes salvadoreños. Gracias al famoso cronista polaco Riszard Kapuscinski se le conoce como La Guerra del Fútbol por la coincidencia de la tensión entre ambos países con un partido de balompié que el 26 de junio de 1969 enfrentó a ambas selecciones dentro de las eliminatorias para la Copa Mundial de 1970.

Domingo estuvo en la primera línea desde el primer momento, el 14 de julio. Apenas sí podía esperar la orden de ataque y en cuanto se dio, comandó el asalto en dirección al corazón del enemigo, Tegucigalpa. Mientras las fuerzas salvadoreñas apoyadas por la aviación que había ayudado a formar abrieron el camino en la frontera y copaban a los sorprendidos hondureños en Gracias, Nueva Ocotepeque, Santa Rosa de Copán, Juticalpa, Amapala, Choluteca, Nacaome y Guaimaca, los destacamentos encabezados por Monterrosa se acercaban a la capital y la hubieran tomado de no ser por la decisión política de su gobierno de aceptar el armisticio propuesto por la Organización de Estados Americanos.

Había probado el sabor dulce de la batalla, el éxtasis del combate. La frustración por lo corto de las hostilidades le fue compensada por el “Diploma de Honor” que le entregó el Alto Mando de la Fuerza Armada por su participación en esa gesta. Gracias a su esfuerzo y al de hombres bajo su mando, una docena de poblaciones hondureñas capturadas vieron izarse la insignia nacional de El Salvador. En cien horas de combate, cada ocho horas caía un poblado enemigo ante el incontenible empuje de las fuerzas salvadoreñas.

Pero más que la miel del éxito personal le complacía ver que la celebración que se hizo al mes siguiente en San Salvador era el símbolo de la unidad nacional dentro de la jerarquización social y el orden tradicional, garantizada por la Fuerza Armada.

Allí estaba su ideal y estaba él, en el desfile iniciado en el boulevard de Ilopango, entre los cinco mil soldados de las compañías que lucharon contra los hondureños, coronado por los vuelos de exhibición sobre la capital con sus gloriosas flotillas que lograron reducir a la impotencia a la Fuerza Aérea de Honduras.  Se sintió bendecido por Dios en la misa campal ofrecida a continuación en el Estadio Nacional con la participación de los marchantes y de miles de personas venidas de todos los rincones del país de la mano de las autoridades territoriales, en tanto, desde el Olimpo de la tribuna especial las autoridades supremas del Estado, los empresarios generadores de riqueza y trabajo, miembros de las catorce familias que concentraban el manejo económico y político, presidían la ceremonia junto al Alto Mando de la Fuerza Armada.

Implacable con el enemigo interno

Poco duró la unidad nacional producida durante la guerra del fútbol. En la década del 70, bajo el aliento e impulso de Cuba, fueron surgiendo organizaciones contrarias al orden tradicional, que en el marco de un gran descontento social y la tensión internacional de la guerra fría caldearon la situación del país.

En 1970, como si se repitiera la pesadilla de los años treinta, surgieron las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), una escisión del Partido Comunista Salvadoreño (PCS).  En febrero de 1971, nació el “Grupo”, una organización formada por estudiantes universitarios, que después se convirtió en el Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP, que secuestró y dio muerte al empresario Ernesto Regalado Dueñas, en la primera acción armada anunciadora de lo que se vendría años después.

En 1975 se constituyeron las Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional (FARN), seguidas un año después por el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC).

La labor de las fuerzas de seguridad legales no era suficiente para contener la creciente oleada de organizaciones subversivas y en su apoyo actuaron escuadrones como El Ejército Secreto Anticomunista(ESA) y el grupo Orden. El ESA, de la mano del Mayor Roberto D’Aubuisson se esforzó en eliminar  por completo a los señalados en una lista que incluía “todos los dirigentes del Partido Comunista Salvadoreño, todos los agentes internacionales responsables de asesinatos, todos los miembros de la Junta vinculados a grupos de izquierda, todos los dirigentes populares y guerrilleros, todos los asesinos comunes, ladrones, asaltantes, violadores, rateros, homosexuales, prostitutas, drogadictos, curas falsos, militares traidores, abogados sinvergüenzas, profesores que adoctrinen, funcionarios de gobiernos corruptos, prestamistas inescrupulosos y todos los buenos para nada, los elementos purulentos de El Salvador”.

Aún así, y a pesar de que se acalló al  Arzobispo Óscar Arnulfo Romero, a  Ignacio Ellacurría y a otros jesuitas, que eran “los peores canallas” de la famosa lista, la insurgencia no solamente creció sino que se unió el 10 de octubre de 1980 para integrar a las Fuerzas Populares de Liberación, el Ejército Revolucionario del Pueblo, la Resistencia Nacional, el Partido Comunista Salvadoreño y el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos, bajo el nombre que le traía tan ingrata recordación: Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).

Mientras el gobierno salvadoreño era respaldado firmemente por Estados Unidos en el plano político, económico y militar, el FMLN contó con el apoyo del campo socialista, Cuba y la nueva dirigencia de Nicaragua, donde poco antes había triunfado el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) al derrocar el gobierno del general Anastasio Somoza.

El conflicto era ahora de grandes dimensiones y ya no solamente por el poder en el país sino  parte del enfrentamiento mundial. El Salvador era uno de los escenarios de disputa planetaria. Se incrementó la guerra de guerrillas y de nuevo la bravura y el genio militar de José Domingo Monterrosa, convertido en el oficial favorito de los asesores estadounidenses, brilló en el campo de batalla y en la disputa por el favor de la población.

Sabía que no bastaba con destruir a los guerrilleros sino que había que cortarles sus redes de suministro y apoyo. Si no funcionaban los programas cívico-militares de acercamiento con los campesinos, sus redes de informantes, conocidos como “orejas” se encargarían de enterarlo de quienes colaboraban con los terroristas o les vendían comida y quienes no eran leales a las fuerzas del orden.

No fue casual que en la contienda se le nombrara comandante del batallón Atlacatl, unidad de élite del ejército bautizada así como homenaje al gran Señor de Cuzcatlán (nombre prehispánico de El Salvador) y jefe supremo de la confederación pipil que siglos atrás organizó la resistencia contra los invasores españoles.

Con gran efectividad aplicó las tácticas usadas por los norteamericanos en Vietnam, de “tierra arrasada” y  “pez fuera del agua”. Para bien de la propia gente había que aislar a los terroristas de su base de apoyo y tratar con mano dura a las poblaciones aledañas a los campamentos y territorios donde la guerrilla operaba.

El Mozote

La guerrilla obtuvo una base muy fuerte en el municipio de Perquín, departamento de Morazán, al nororiente del país. Un caserío cubierto por cúmulos de nubes y de neblina, rodeado de cerros verdes cubiertos de árboles frondosos.

En la zona operaban las unidades más sólidas del ERP, dirigido por Joaquín Villalobos, conocido como Comandante Atilio y transmitía la emisora guerrillera Radio Venceremos.

Villalobos nació en 1951 en San Salvador y muy joven, en 1972, a los 19 años, fue uno de los fundadores del Grupo, organización que fue el embrión del ERP, cuyo liderazgo asumió en 1977. En su pensamiento, las acciones armadas debían tener su correspondiente efecto mediático y en su visión era un pecado aburrir a la gente, las comunicaciones debían atraer al pueblo, cautivarlo y elevar la moral de los combatientes, además de desestabilizar al enemigo.

Por ello los comunicadores eran parte esencial de su  equipo de trabajo y  durante la guerra, la Comandancia y Radio Venceremos compartieron siempre campamento.

El coronel programó una operación envolvente para liquidar el grueso del grupo armado comandado por Atilio, neutralizar la emisora y arrasar sus campamentos centrales. Los pobladores de las aldeas del área comenzaron a desplazarse hacia ciudades más grandes y algunos a Honduras. Los habitantes de la localidad El Mozote permanecieron en el lugar y pretendieron ser neutrales. Era necesario demostrar que no existía la neutralidad y que quien no estaba con las fuerzas del orden estaba contra ellas.

Además, entre la población podían quedar terroristas escondidos y “en este tipo de circunstancias, no se está muy dispuesto a perder el tiempo tratando de saber qué  puede haber dentro de la casa”. Cientos de personas fueron muertas en el pueblo y en aldeas vecinas en el episodio más recordado de la guerra civil y el nombre de Domingo Monterrosa quedó ligado indeleblemente a El Mozote.

No había tiempo para sentimentalismos y la lucha tenía que continuar. Esas personas estaban en el lugar equivocado y fueron los guerrilleros los que las pusieron en peligro al usarlos como escudos humanos y disparar a las tropas desde las casas. El ejército y sus cuerpos auxiliares tenían que cumplir el deber de defender la democracia.

El duelo

Lo verdaderamente grave era no haber podido decapitar el mando insurgente que no solamente resistía las grandes ofensivas sino que se fortalecía y extendía su influencia en otras áreas. Peor aún, su radio divulgaba noticias y comentarios que desfiguraban la realidad de la dura guerra contrainsurgente, llegaba  a la gente con su mensaje de odio hacia las fuerzas militares e incluso se atrevía a retarlo directamente en zonas que él creía haber limpiado de subversivos o en santuarios a los que no había podido ingresar.

Le repugnaba especialmente que por las ondas hertzianas se transmitieran partes de batalla y los resultados de las operaciones, como si fueran un ejército legítimo, así como misas oficiadas por curas renegados y que se aprovechara una supuesta alfabetización a los campesinos para adoctrinarlos en ideologías ajenas a la idiosincrasia del pueblo salvadoreño.  Para colmo del atrevimiento, el plato fuerte eran espacios de humor  como “La Guacamaya Subversiva”, con el estilo de las radionovelas donde se caricaturizaban las actuaciones de los oficiales militares nacionales y de los asesores norteamericanos.

La guerra es cosa seria, lo más serio que hay. El guerrero enfrenta la muerte y está preparado para cualquier cosa que le pase y no puede rebajarse al nivel del payaso. Nadie puede burlar<se del soldado ni de su causa, pensaba y manifestaba el coronel frecuentemente.

El daño que  hacía esa radio se hizo mayor cuando comenzaron a divulgar la versión de que en El Mozote se había producido una carnicería en la que durante cinco días se eliminó a casi mil personas, incluyendo mujeres y niños, cuando ni siquiera había encuentro armado con la guerrilla. Esto ponía en peligro la ayuda de los Estados Unidos.

La confrontación con Atilio se volvió casi personal y el deseo de callar a Radio Venceremos estaba convirtiéndose en una obsesión. Cayeron en el vacío las recomendaciones de su jefe, el Ministro de Defensa, General René Emilio Ponce, quien opinaba que el Coronel Monterrosa le daba mucha importancia y la escuchaba demasiado.

La determinación estaba tomada pero se aceleró cuando el gobierno de José Napoleón Duarte abrió diálogos con el FMLN en busca de una paz negociada. A regañadientes debía aceptar esa decisión política pero antes tenía que despachar a su eterno rival y su deber era combatir mientras hubiera guerra y su contribución ayudaría a que la guerrilla llegara debilitada a la mesa para imponerle condiciones.

Cuando se enteró de un documento secreto del gobierno estadounidense en el que se decía que Atilio era el mejor comandante de campo y se calificaba a la Venceremos como maestra en guerra psicológica que le daba cátedra al ejército no pudo contener su cólera. Igual que la madrastra de Blanca Nieves al preguntar al espejo quien era la más bella del reino, mirando su pecho lleno de medallas se preguntó ¿cómo así que Atilio es el mejor, y dónde quedo yo? No podía ser. En El Salvador, fuese en guerra o en paz no cabían los dos. De ambos uno debía desaparecer y no sería él. Lo despacharía directamente al infierno, ojalá de una vez con su radiodifusora y a eso dedicó su infatigable energía.

Uno de sus orejas, que estaban en toda parte le informó que por los lados de Agua Blanca la radio andaba junto a la comandancia. Era el momento para matar los dos pájaros de un solo tiro. Silenciosamente y con la mayor sorpresa, como tigres de la noche, los comandos especiales de la brigada llegaron al campamento, pero era tarde. Horas antes el mando, sin saber que Monterrosa les respiraba en la nuca, se había trasladado a Santa Rosa de Lima y los equipos se habían ubicado en Cerro Colorado.

El asalto se redujo a una escaramuza con unidades especiales de la Brigada Ramón Arche Zablah (BRAZ), la unidad de élite de los insurgentes.

No era el momento de cejar en el empeño. La presa estaba cerca y había que avanzar hasta alcanzarla, sin dejar de perseguirla un solo instante.

En un sitio intermedio entre Agua Blanca y Santa Rosa de Lima, como cumpliendo la cita en un duelo caballeresco se encontraron las unidades de élite y los dos rivales. Monterrosa no pidió apoyo aéreo porque insistía en el enfrentamiento personal. Confiaba en la superioridad logística y de armamentos, decisiva en una batalla convencional, pero no contaba con que su adversario se replegaría después del primer golpe. Nuevamente la insurgencia, después de quitarle una posición avanzada al batallón mordió y huyó. Ya habría otros segundos tiempos en esa lucha.

Se había ido una de las presas pero quedaba la otra. José Domingo hizo amago de retiro pero volteó rápidamente para llegarle por detrás a la radio que transmitía desde Cerro Colorado, a  pocos minutos del combate.  La refriega se inició  las 6 de la tarde, justo la hora de comienzo de la transmisión diaria y a los oyentes les llegaban directamente los sonidos estruendosos de los morteros, las granadas y el rugir de la metralla. Alertados por la seguridad, los locutores cerraron la emisión con un súbito “continuará”, empacaron los equipos y se esfumaron.

A los pocos minutos el coronel estaba allí, pero no había nadie. La otra presa se le escapado como el agua entre los dedos. Su consuelo fue una maqueta  que representaba al volcán Cacahuatique que el estado mayor de la BRAZ había utilizado para tomarse esa posición estratégica. Tenía clavadas las banderitas en diferentes alturas, las rutas de acceso, las posiciones del enemigo y todo el diseño de la batalla.

¡Mirá cómo se preparan estos cabrones! —dice  Monterrosa a sus asistentes—. ¡Ni el ejército hace esto! Y se lleva la maqueta para su oficina, aumentando así su colección, porque anteriormente había encontrado unos videos y otros elementos capturados a la guerrilla.

Son sus pequeños trofeos de guerra que le sirven de consuelo mientras llega el premio mayor. No son solamente para su satisfacción a solas sino también para exhibir ante la prensa mostrando que podía alcanzar el corazón de las posiciones enemigas y esto aumenta su fama de oficial tropero, no como la mayoría de los mandos que solamente eran de escritorio.

Pasan los meses y el coronel con su incansable Atlacatl monta nuevos operativos, siempre respirándole en la nuca a Venceremos y a Atilio. Una operación se monta sobre otra, sin darles tregua.  La vida de los partisanos se complica mucho más y es difícil mantener el ritmo constante que les impone Monterrosa.

Atilio acepta el reto

Saliendo de la lona de camión en que estaba con su comandancia, Atilio, después de un largo silencio se levanta, da unas largas zancadas y dice a sus compañeros, que han salido detrás de él: “Verdaderamente el hombre es necio.  No nos queda más remedio que matarlo. No sé cómo, pero tenemos que eliminar a este trompudo. Es estratégico. Si  queda vivo, después de la victoria va a ser el jefe de la contra salvadoreña y va a seguir siendo nuestro principal dolor de cabeza”.

Los otros dirigentes concuerdan en que Monterrosa es un gran enemigo, que va con su gente a la primera línea de fuego, reconocen su gran capacidad militar y aceptan comenzar a planear su eliminación.

Averiguan que tiene una mujer por los lados de Chinameca y minan el lugar donde debía aterrizar pero el instinto lo salva porque ese día cambia de plan. El operativo se desmonta y se hacen otros intentos pero José Domingo, como si tuviera pacto con fuerzas ocultas, siempre se las huele y no va a donde se supone debe ir y aparece por otros lados.

Los informantes de la guerrilla informan que está con su unidad en el cerro  Muricapa.  Esta vez no se escapa, dice Atilio y él mismo coordina el avance pero el hombre elude el cerco.

Luego las unidades más selectas de la BRAZ lo rodean en San Luis y también inexplicablemente no cae en la red y desaparece.

Es ahora la insurgencia la que lo talonea a él, pero tampoco puede cazarlo. Así pasan meses y la cosa se pone más difícil porque ahora tiene mucho más mando, mayores recursos humanos y logísticos y ha puesto en funcionamiento la táctica de grandes ataques con decenas de helicópteros, con asistencia y apoyo directo de consejeros de los Estados Unidos.  Ya no es solo comandante del Batallón Atlacatl, sino también de la Tercera Brigada y de toda la tropa de infantería en la región oriental.

Milagro en San Miguel

En San Gerardo, pequeño municipio del departamento de San Miguel, el mando del ERP está reunido para analizar la coyuntura surgida a raíz del retorno a la presidencia de José Napoleón Duarte. Informados de que no hay presencia enemiga en muchos kilómetros a la redonda, los dirigentes solamente están acompañados por los radistas y por sus escoltas. La mayoría aún duerme, después de los largos debates de la noche anterior, cuando a las 6 de la mañana los despierta el sonido de una avioneta de información.  Rápidamente se alistan pensando que es un bombardeo de rutina que es casi parte de su vida diaria. Pero no, al momento se le unen dos dragones voladores y el aire es rasgado por el ruido estentóreo de decenas de helicópteros.

Los aviones bombardean sin compasión los alrededores y los helicópteros descienden a los cerros circundantes vomitando soldados comando. Al instante algunos paracaidistas están en las propias calles del pueblo y se trenza el combate. La encerrona es perfecta: el exterior saturado por rosarios de bombas, gran número de comandos en la aldea y las grandes libélulas de acero yendo y viniendo con más atacantes.

Es el fin o casi, porque una fuerza desconocida, tal vez de otro mundo, un dios indio, San Gerardo, San Miguel  o la Virgen del Rosario, bendice la mano de un guerrillero que con su AK-47 le atina a la hélice de un helicóptero. En medio de grandes estertores el rotor se parte, el animalazo pega un fuerte viraje, choca con otro helicóptero y lo arrastra en su caída aparatosa.

No ha sido un pajarraco menos sino tres porque en el bamboleo se estrellan con un tercero que en el desconcierto trataba de alzar vuelo.

Monterrosa arriba en otro aparato. Nadie se atreve a hablarle y él  con sus botas da la vuelta a los muertos para reconocerlos. ¡Cómo que apenas cuatro huevones de ellos! Ningún comandante, ¿dónde está Villalobos, dónde está Jonás? ¡La gran chingada! ¡Treinta soldados de élite perdidos. Y me quedo sin mis orejas ¡La próxima no se me escapa el maldito!

Su furia jupiterina se incrementa cuando la odiada radio transmite un programa especial sobre la batalla. La cabeza está a punto de estallarle al oír la cháchara de los subversivos,  y solo se calma cuando se dice a sí mismo: “Esto es solo el comienzo, ya verán como sigue la operación “El águila caza a la presa”.

Bomba estéreo.

San Gerardo aceleró la decisión de matar a Monterrosa. Se establece una especie de competencia para  el mejor proyecto. Los encargados del taller electrónico proponen cartas con explosivos, otros más coches bomba o ataques con morteros a la brigada.

Más vale maña que fuerza, dice a Atilio su compañero colombiano Pedro Claver Iriarte,  “Casimiro” un hombre de letras travestido en hombre de armas en el remolino de las guerras centroamericanas. “En mi tierra si alguien pide algo se lo damos, popularmente decimos: se le tiene. Si el coronel quiere la emisora, hay que dársela pero como regalo griego”.

— ¿Proponés una especie de Caballo de Troya? Me parece bien, creo que el tipo no se lo espera y puede caer tomando los equipos como trofeo y mostrándolos a la prensa. Su lado débil es el exhibicionismo; por andar figurando puede llevarse un susto. Y después preguntan para qué sirve la literatura —  responde el jefe.

Es cierto — dice Daysy Margarita, la radista de ojos violeta y sedoso pelo negro—. ¿Qué es lo que ha hecho Monterrosa cuando ha venido aquí? ¿Buscar a quién? Al puesto de mando y a la Venceremos. ¿Qué hace cuando se va? Se lleva trofeos. Ya se llevó la maqueta del volcán. Se llevó los videos.

—Muy bien. ¿Quiere la Venceremos? Tendrá la Venceremos. Se la vamos a regalar. ¿Qué mejor trofeo podría tener de Morazán? — dice Atilio, dando por terminado el diálogo— ahora a trabajar en el plan.

Bajo la estricta supervisión de Villalobos, los técnicos deciden  introducirle   ocho tacos de dinamita en el transmisor, con sofisticados circuitos de explosión.  La primera opción es a través de un control remoto semejante a los que accionan los televisores, solo que  más complicado y a mayor distancia, de radiofrecuencia, para hacer explotar la carga que el aparato llevaba adentro. Si por cualquier motivo falla este primer dispositivo, cuando el transmisor se elevase a una altura de trescientos metros, la agujita de un altímetro que se le instala cerrará el circuito y la bomba explotará sola.

Detectados los guerrilleros en el Cerro Pericón, son cercados por veinte helicópteros. Ya se siente el respirar de los atacantes. Con serenidad Atilio ordena la última revisión del artefacto y asegurar los cables antes de meterle el explosivo. Con el nerviosismo y la prisa se cruzan mal los alambres y el técnico casi vuela en pedazos. Con el vientre abierto intenta reconectarlos pero se desmaya. Hay que irse ya, la prioridad es curar al hombre, otra vez será y se llevan al herido y los equipos alcanzando a huir.

Días después los insurgentes se asientan en el cerro Garrobo, equidistante entre El Mozote y Joateca. Atilio reúne al equipo encargado de la operación. Les explica que se va a  simular un combate con heridos y que no se logra sacar la Venceremos. Instruye a Nolvo, un campesino asombrosamente parecido a Farabundo Martí, moreno y bigotón, de sombrero alón, con pistola al cinto y fusil al hombro, diciéndole que en el momento más caliente de la balacera con los soldados grite: “Dejá esa mierda, saquen al herido!”, cuando estén suficientemente cerca para que lo oigan.

“En ese mismo momento, solo en ese momento, cuando estén seguros de que los chulos vienen sobre ustedes, con un palito enciendes esta palanquita, mirá. Por esta rendija de acá se prende todo el sistema, asegurate que quede pasado, que marque on. Dejan el aparato tirado en el suelo y el rastro de sangre de un gallo que han despecuezado, para que se vea el rastro del “herido” y dejan el aparato tirado en el camino”.

“Oh bella entre las bellas, amarilla, al dedicarte aquesta quisicosa, gritar quisiera el ansia que me acosa” — recita con voz inspirada frente a Daysy el suramericano Pedro Claver en un rapto de pasión de los que lo asaltan con frecuencia.

La joven, con risas y con gesto que mezcla compasión y simpatía responde:

“Otro día seguimos con tu quisicosa, don Casi, zafa ahora que me llama el jefe”

 Villalobos le dice a la chica:

“Ya tenés loco a más de uno con tu mirada de Elizabeth Taylor y ahora querés infartar al poeta. Concentrate en esto. Vos que también vas con el grupo de choque, cuando salgan corriendo pasás este mensaje por las radios internas:

“Tenemos problemas. Perdimos el volado. ¿Qué hacemos?”. Este mensaje lo pasás pelado, sin clave y el otro radista te contesta que no le hablés así, que te vayas a la frecuencia tal. A estos les decís el mismo mensaje y como esa frecuencia está quemada pero los enemigos no saben que nosotros lo sabemos, lo descifra en seguida sin sospechar nada porque le añadís con tono de preocupación: “tenemos un herido”. El nuestro te responderá: “olvídense del volado y retírense con el herido”.

Los guerrilleros ubican la escuadra enemiga a las cinco de la tarde, en un punto cercano al pueblo de Joateca. La función comienza y los fuegos artificiales brotan de las bocas de los fusiles de unos y otros. En la escena central aparecen el grito, el gallo, la palanquita y los mensajes.

El coronel José Domingo no cabe en sí de gozo al oir el reporte del comandante de la compañía Los Brujos del batallón Fonseca sobre la captura de la radio  Venceremos, en medio de un combate con “casi doscientos enemigos a los que les dimos bien duro”. Se acaba el dolor de cabeza, ya no habrá eco a las acciones de los terroristas. Primero la radio y después Villalobos, no demorará en caer el tal Atilio. Esta es la mejor señal.

–Perfecto, te felicito! Mirá, entonces llevate eso para Joateca y esperá nueva orden. Yo voy a llegar, es la respuesta que da Monterrosa, que por la gran emoción apenas puede hablar.

En el pueblo, copado y rodeado por las tropas, el aparato es custodiado celosamente pero el coronel no arriba. Ha dado la orden de verificar los informes de inteligencia, no aparece como ha anunciado y entre tanto  prepara la manera de presentar al país y al mundo el trofeo.

Cuando le informan que Venceremos lleva más de 24 horas sin transmitir, espera otro largo día y al fin respira más tranquilo. “Sí les di donde era, son más de cuatro años y por primera vez duermo sin el fastidioso zumbido de esos vergajos. Mañana me llevo a la capital el maldito aparato y ya veré que hacer con ese engendro que nunca debió contaminar el aire”.

La noche se hace eterna en el campamento guerrillero. Sin la compañía de la radio las horas se arrastran y el tiempo se detiene. Los oídos no son hoy para Venceremos sino para las radios comerciales y oficiales para ver si dan la noticia esperada.  Solo la búsqueda con el dial por parte del equipo de monitoreo rompe la monotonía y la angustia de la espera interminable.

Al fin se escucha:

¡Ultima hora! El ejército acaba de informar que la clandestina Radio Venceremos ha sido capturada hace muy pocas horas en el Tizate, Joateca, luego de un fuerte combate defendiendo posiciones estratégicas. ¡Más detalles con nuestros corresponsales en San Miguel!

A la mañana siguiente, la Voz de los Estados Unidos de América después de su habitual “the following program is in Spanish, lanza su primera noticia:

“Luego de tantos días de programación ininterrumpida, Radio Venceremos ha dejado de transmitir. El ejército salvadoreño informó que la emisora clandestina fue capturada en…”

Otra noche sin saber de Monterrosa. Atilio camina de un lado a otro como un tigre enjaulado, va y viene dándose en una mano con una varita que sostiene con la otra. “Me emputa no saber si el hombre cayó o no. El desgraciado no da señales y ni siquiera sabemos dónde está ahora la trampa. Más me duele no poder decirle nada a nuestra gente, a los demás frentes y a muchos amigos del país y de otras partes que nos preguntan qué pasó y por qué el silencio de nuestra radio.”

Se calma un poco y pregunta a Abraham, jefe de comunicaciones: ¿ Qué pensás vos, dónde lo tendrán?

—Tenerlo, lo tienen en la alcaldía de Joateca. ¿Dónde más?
—¿Qué pasa si lo detonamos ahorita?
—Pues…
—¿Irá a funcionar en el helicóptero?
—Esperemos, hombre. Va a funcionar.
­—Es que si no funciona, somos los más pendejos de los pendejos. ¡Nosotros les estaríamos regalando la victoria que ellos no consiguieron en el Pericón! Aunque lo que agarraron no sea lo que es, ¿quién desmiente después si ellos muestran el volado y nosotros, de hecho, hemos dejado de transmitir? Quién explica a nadie que todo fue un malentendido, una cazabobos que nos cazó a nosotros?

El diálogo es interrumpido por el anuncio de que los radistas  reportan la detección de un helicóptero en frecuencia.

—¿Quién es?— pregunta  Atilio.

—No sé —le dice Abraham. No se ha identificado.
—Entonces, debe ser el de Monterrosa, porque es el único mando de ellos que cumple con la seguridad de no identificarse.

Un niño radista se entremete en la conversación y dice que no es, que él reconoce la voz del piloto del coronel y ese no es.

Los tres se sientan, oyen la grabación, la comparan con las que se tomaron antes al piloto de Monterrosa y concluyen que el chico tiene razón.

—   Pero, ¿y si es?… ¡Vamos arriba!

Atilio, la comandancia y todos suben unos cuantos metros por el cerro hasta el punto más alto donde se habían situado los radistas de las comunicaciones estratégicas.

El helicóptero arriba, aterriza en Joateca, está unos minutos allí. Se levanta y, cuando emprende el regreso a San Miguel se arma la discusión.

—   ¿Si disparamos y no es?

—   Y si no disparamos y es?

Como el joven insiste en que no, le hacen caso y no disparan. Luego se comprueba que está en lo cierto porque el aparato lleva  personal médico que había ido a recoger un herido.

El coronel da una entrevista a radio Sonora de San Salvador y anuncia: Lo que estamos intentando no es un operativo cualquiera. Es un trabajo de área. Vamos bien. Es para quedarnos. Como le digo, se trata de una cuestión diferente. No vamos a salir como otras veces.  Hemos capturado a Radio Venceremos. Yo quiero decirles que se acabó el mito de Morazán. A los Brujos del batallón Fonseca que lograron esta hazaña les hemos dado un merecido mes de licencia. Esta tarde a las cuatro he convocado a la prensa nacional y a los corresponsales extranjeros en la Tercera Brigada de Infantería, en San Miguel. Yo personalmente les mostraré la radio a los periodistas.

Definitivamente viene hacia acá. Tiene que tomar su trofeo y a cumplir su cita con el destino. Todo es entusiasmo y  nerviosismo, el campamento detiene su aliento, en los dedos cuenta los minutos, el tiempo que no corre. Nadie come y cada uno mira al cielo, a las nubes, esperando que el hombre aparezca.

Por fin, a media tarde, se aproxima. Sin que nadie le pregunte, el mismo muchacho bocón dice:

—           Ese sí es el piloto de Monterrosa

—           ¿Lo dijo expresamente? le pregunta Atilio.

—-         No, no lo dijo. Pero es su voz.

—          El chiquillo tiene razón —dice Abraham.  Pongo mis huevos sobre un yunque que ese sí es.

El helicóptero sobrevuela Joateca.

— Irá Monterrosa ah? —pregunta Atilio.

—No sé —dice el radista—. No han dicho eso. El piloto sí es.

—     Pues donde va el perro va el amo. Preparen todo.

Mauricio, el encargado, aprieta el botón que debe activar la carga, con tanta fuerza, que casi le revienta al contacto. Pero el helicóptero siguió su curso tranquilo de la vida.

Silencio total. De repente  Mauricio, que parece cientos de años más viejo, con manos temblorosas examina qué falló en el control remoto.

—           Esperate, Mauro —dice Atilio—, ¿no hay un segundo dispositivo?, ¡ qué altura tiene ahora el pájaro?
—Sí hay un segundo dispositivo que se activaba automáticamente a los trescientos metros pero tampoco funcionó porque ya está más arriba.

—  ¡ Puta madre!! —es lo último que expresa Atilio, y se va, para regresar a los pocos segundos— el transmisor está todavía en Joateca, que no lo han sacado y por eso los mecanismos no funcionaron. Tampoco estalló en tierra porque no hay línea recta entre el cerro y la aldea. Monterrosa todavía debe estar allí. El plan no ha fallado, compas.

A las cuatro menos cuarto asoma  un tercer abejorro de acero. El coronel confía en que si no la ha pasado nada a los anteriores es porque no hay riesgo. Todo está bajo control y en pocos minutos podrá tocar los aparatos y deleitarse con la gloria al mostrar al mundo como tiene a sus pies los odiados transmisores. Lo acompañan el mayor Armando Azmitia, pupilo formado a su imagen y semejanza, la mejor promesa del ejército salvadoreño; el teniente coronel Herson Calito; los demás mandos estratégicos del operativo Torola IV ; un capellán castrense que bendecirá la victoria y felicitará a los soldados; más  un periodista del Comando de Prensa de la Fuerza Armada y sus asistentes.

La comitiva aterriza y en medio del júbilo el comunicador, el camarógrafo y el sonidista registran el histórico momento en el que el héroe personalmente, cada vez más grande en su humildad, ayuda a cargar el transmisor- bomba en el aparato volador.

Al ver el último helicóptero Atilio se llena de entusiasmo. “Ahora sí es, con el mismo piloto. Ya no nos interesa si vino o no en el primer vuelo o si llegó y se fue. Lo importante es que está aquí y que acaba de aterrizar”.

De nuevo el tiempo se congela, los minutos que el helicóptero dura en tierra son miles de años. Y no se le puede ver. El pueblo está en una hondonada y por fin se comprueba que sí es Monterrosa, otro chico radista informa que ha interceptado comunicaciones en las que dicen que la prensa está esperándolo para dar inicio a la sesión informativa.

¡Definitivamente es la hora!

Siglos más tarde la aeronave inicia su vuelo sobre el fondo azul del cielo cuzcatleño.

Cuando está al frente del cerro en que acechan los rebeldes, Atilio ordena:  “

Mauricio… ¡activá el bendito control!

La corta frase no ha terminado cuando se oye un fuerte estallido y bajo el telón de un sol de plomo revienta una gran llamarada,  lanzando chorros de fuego en todas direcciones.

En las noches de octubre se ven brillar luces sobre las fosas comunes de El Mozote. El coronel entra en la historia como héroe para su gente y como trofeo para los enemigos que había jurado destruir. La Fuerza Armada del Salvador expide la Orden General No. 4 de fecha 31 de octubre de 1984, en la que “causa baja por haber fallecido heroicamente en actos del servicio, poniendo de manifiesto su alto espíritu de sacrificio en beneficio de la Patria” y le da su nombre a la Tercera Brigada del Ejército.

 

 

 

 

 

 

 

Un toro en la peluquería

No quería contarlo por vergüenza, pero Claudia, mi sicóloga, me dice que es bueno que lo exprese. Además, ahora que llegó a mis manos el texto de un señor de un taller de escritores de Bogotá y que está de moda el movimiento de denuncia de acoso y violaciones que suena como la capital de un departamento de esos de la selva, yo también voy a contar mi historia. Si uno es peluquero y gay y por añadidura viejo, además de burlarse, la gente va a creer que inventó la historia para llamar la atención. Más aquí en Manizales donde se gozan a todo el mundo, le sacan pelos a una calavera y no le rebajan apodo a nadie. Me imagino que cuando se sepa me pondrán “El empalado”, Violeta, “la víctima de los superdotados o haciendo juego con mi apellido y el de un reconocido escrito costeño como “Sánchez Culiao” o algo así. Pero ya no puedo callar pues cuando vi que al escritor le dio por comparar lo que narraron Gabriel García Márquez y un tal Stefan Zweig, me llamó la atención que los violados en sus dos relatos eran hombres jóvenes y vírgenes, que no supieron quien los asaltó y aunque cada uno sospechó de tres mujeres que pudieron haber sido, nunca pudieron saber cuál fue la que los desfloró.

Mi caso es mucho más grave porque no fue mujer sino hombre quien me violentó y más grave aún, me dejó de hospital porque quedé descaderado, con los ojos desorbitados como los de Popeye y fístulas rectales, entre otras consecuencias de ese episodio.

Fue un viernes de feria. Atendí a muchos clientes en la peluquería, pero antecitos de las 6 de la tarde se presentaron, casi al mismo tiempo pero no juntos, tres señores. Eso sí, eran unos tipazos, jóvenes, altos y fuertes. Como estaba cansado de trabajar todo el día y quería darme un baño para salir de rumba más tarde, les corté el pelo rapidito, aunque como buen manizaleño les puse conversación y cada uno me contó algo de su vida. Al primero yo ya lo conocía desde cuando se llamaba Noé Alzate, pero la gente empezó a decirle Noé Tirado, “el sexólogo virgo”, desde cuando Fernando “Forni” Cardona, un pintor y profesor de arte que tenía mucho éxito con las mujeres y le sabía sus secretos al tal Noé que era profesor de sexología muy reconocido a nivel nacional e incluso en los Estados Unidos, le espetó en pleno Teatro Fundadores ante un público numeroso y unos invitados internacionales, que no tenía autoridad para hablar de sexo porque era virgen. Hasta ahí llegó la conferencia porque el hombre se quedó callado y no dijo nada más.

El segundo era un negrazo atlético, jugador de fútbol muy reconocido que alardeaba de ser más famoso por superdotado que por deportista. Dijo que venía a ver quién era más varón en esta zona del Viejo Caldas y el Valle del Cauca, si él o el tal Forni Cardona y que todo quedaría claro al día siguiente en la cabalgata porque en toda parte en donde desfila la gente empieza a exclamar ¡qué animal!

El tercero resultó ser un señor de Pensilvania de nombre muy raro, dizque Vlad John Jairo Dragostescu quien salió con el cuento de estar tramitando el consulado honorario de Rumania en su pueblo y no hacía más que hablar de la historia del conde Drácula, del cual decía ser descendiente.

Sin embargo, como hacia las seis y cuarenta y cinco, a la vez que oscurecía se inició una lluvia, qué digo, un diluvio con vendaval y rayos que hizo que no pudieran salir. Como si fuera poco se fue la luz. Se quedaron y les pedí un permiso para ir a ducharme antes de que el agua se enfriara totalmente. Me dijeron en coro y en tono sarcástico, imitando la voz afeminada de algunos homosexuales, como si se hubieran puesto de acuerdo: “bien puedes, papi, estás en tu casa”.

Ya terminaba mi baño cuando como es frecuente a mi edad cuando todo me tiembla, se me resbaló el jabón y me agaché a recogerlo. No tuve tiempo de nada porque de repente un asta de minotauro me penetró elevándome hasta el techo. Fue una breve eternidad en la que se mezclaban la náusea, el vértigo y el dolor al sentirme perforado en las fibras más íntimas. Primero fue el rasgarse de tejidos intestinales y el rasguñar de la pleura. Fue tan violento que sentía estremecerme hasta el trigémino. Afuera continuaba el fuerte rumor del aguacero bíblico, el fragor de los truenos y el resplandor de rayos que se sucedían de manera intermitente, iluminando en lontananza, bien a oriente dando tintes violetas a los nevados y a toda la cordillera, bien a occidente mostrando destellos del río Cauca. La bestia disminuyó por un momento la acometida para morderme el cuello con colmillos que por instantes parecían de lobo y luego de vampiro, mientras aumentaba sus resoplos almizclados de bisonte ancestral. Poco después se reanudó el furor y ahí fue mayor la pesadilla porque me atronó el crujir de huesos que se desencajaban … las caderas se me desgonzaron y sentí el despegue de los fémures como cohetes que se soltaban de su nave nodriza para vagar por la nada espacial mientras yo seguía hundiéndome en un agujero negro de terror infinito. Quedé presa de espasmos que me impedían gritar y apenas pude oír que en algún momento el sátiro dijo con grave voz impostada pretendiendo calmarme “tranquilo papá que estás es con un varón”.

Sentía morir entre escalofríos mientras el atacante seguía más vital que nunca y cuando pensaba que la pesadilla no terminaría, se despegó, hubo una breve pausa tras la cual fui atacado con nuevos bríos. El mismo horror se repitió hasta un nuevo receso cortísimo. Finalmente, de nuevo me hacen saltar empalado por los aires subiendo y bajando como en una montaña rusa, hasta que el demonio se derritió dentro de mí cauterizando un poco las heridas internas y se desanudó dejándome tirado cual saco de papas en el suelo húmedo. Tembloroso y humillado, tardé unos minutos en volver a un estado de plena conciencia, sólo pude alzarme un poco en medio de un gran dolor en las caderas para abrir la ducha y a duras penas pude accionar la llave con mi mano derecha. El agua me alivió un poco y pude arrastrarme hasta la habitación para secarme y llamar a Sonia, mi gran amiga. Por suerte vive cerca, acudió casi de inmediato y me llevó a la clínica. No se limitó a eso, puso la denuncia y como se presenta a las próximas elecciones locales ahora incluye en su programa político programas más efectivos contra la violencia sexual y respeto a los LGBTI, que un expresidente llama dizque población no heterosexual. También ha estado muy pendiente averiguando cómo va el caso en la Fiscalía y está ayudando en la investigación. Por eso digo que ella es uno de mis ángeles. El otro es mi sicóloga.

Ahora que ya es pasado, no me repongo del todo, pero voy logrando algo de tranquilidad. Eso sí, no dejo de pensar cuál de los sujetos fue y por qué lo hizo. Barajo toda clase de hipótesis y ninguna me cuadra. Es verdad que la experiencia me ha enseñado que muchos que parecen muy machos o presumen de serlo resultan a veces todo lo contrario e incluso creen que poseer a otro los hace más hombres, pero los de esa vez no cuadran en esa categoría. Los de esa noche parecían rígidamente masculinos (eso de rígidamente lo comprobé al poco tiempo). Claro que mientras los atendía dijeron algunas cosas que podían ser pistas, pero fueron frases que eran más en broma o pueden ser tomadas en doble sentido. No sé, por ejemplo el tal Noé Tirado insistía mucho en que no se iba de la ciudad siendo virgen y que lo iban a recordar durante mucho tiempo. También machacó bastante en sus investigaciones sobre sexualidad y decía que su mayor interés era el estudio del priapismo, esa enfermedad que produce una erección prolongada y dolorosa que popularmente llamamos garrotillo, pero no capté malicia en sus palabras, parecía deleitarse con el tema, digamos, científicamente.

El otro sospechoso, el futbolista puede serlo menos, salvo por lo superdotado porque es claro que el depredador tenía que serlo. Sin embargo, nada me asegura que los otros no lo fueran también. Bueno, igualmente un poco extraña esa vaina de que viniera aquí para una especie de duelo con Forni Cardona y que me dijera que estaba cansado de que lo llamaran El Tino y quería que lo arreglara muy bien, para ser recordado de aquí en adelante como “El titino”, pero eso tampoco dice mucho porque los hombres son tan vanidosos, si no más que las mujeres.

El tercero, el tal medio rumano que tiene el nombre tan paisa de John Jairo, muy raro, muy raro. Admito que en estas montañas somos muy provincianos y conocemos muy poco de lo extranjero, pero no me como eso de que un montañero de allí de Pensilvania se interese tanto por el vampiro de Transilvania.  Cuando le arreglaba el pelo empezó con su carreta de que el Conde Drácula antes de poner en estacas a sus víctimas las empalaba con su miembro y me pareció ver un brillo maligno en su mirada reflejada en el espejo, al tiempo que insinuaba levemente los dientes caninos. Sin embargo, eso puede ser una impresión, un recuerdo elaborado después del trauma. Por otra parte, ahora rememoro que ese fulano se interesó mucho por la revista española Ratos de Cama que tenía ahí para la lectura de los clientes y me pidió que se la regalara porque le había llamado la atención uno de los artículos titulado Una clavada por sorpresa. ¿Premonición? No sé, en todo caso no le creo que sea descendiente de rumanos porque aquí todos nos conocemos, le averigüé el árbol genealógico y nadie sabe de ninguna familia con un apellido como el suyo en Pensilvania ni en ninguna parte del departamento. Resultó ser hijo de un señor que se hace llamar Dacio Hernando Giraldo que se enamoró locamente de una actriz de teatro rumana que vino a una presentación por los años 60 y como no le correspondió, el hombre desarrolló una obsesión por el país de su amada, se arruinó viajando a Rumania tras de ella y terminó en el siquiátrico. Así que esa parte de Vlad y Dragostescu, que significa “hijo del amor”, fue puesta por el papá como parte del nombre del tal John Jairo y el sujeto debe tener algún problema sicológico o simplemente ser mitómano.

En fin, lo único claro es que no hay nada claro. Por lo pronto, gracias a uno de esos malditos (o los tres porque a ratos me asalta una duda más monstruosa y es que pudieron ser todos) terminó mi vida homosexual útil, al menos desde el papel pasivo, que ha sido mi especialidad. Los supuestos violados de García Márquez y Zweig no lo fueron tanto. Sí, fueron sorprendidos al principio mas no forzados y de ahí en adelante iniciaron una vida amorosa más o menos feliz o por lo menos sin traumas. Yo en cambio, ya no sirvo para nada, quedé jodido y no tengo ninguna ilusión para el futuro. Mi consuelo es contar esta experiencia para que a nadie le pase lo que a mí y voy a seguir intentando entrar en el mundo de las letras, así sea un poco a martillazos contando esta historia y otras que vendrán después.

Baldón eterno para Judarrás

Es ya un lugar común tratar de Judas a quien realiza una gran traición. Para Rafael Correa, expresidente ecuatoriano que lo promovió como sucesor, el actual presidente del país equinoccial por antonomasia, Lenin Moreno, es quien más mérito ha hecho para llevar esta denominación de origen. Pero para el destacado intelectual argentino Atilio Borón en este caso es incompleto llamarlo así y prefiere referirse a este hombre como Judarrás, una mezcla perfecta del Iscariote y Barrabás.

Desde luego es en la política interna ecuatoriana donde hay más muestras de la voltereta de Moreno respecto del partido y de las políticas que lo catapultaron a la presidencia de su país. Pero en tanto modesto observador del acontecer internacional verifico que incluso trayendo a colación dos hechos, verifico que el apelativo citado por Borón se queda corto frente a la enormidad de la traición morenesca al ideario con el que fue elegido, así como a la decencia más elemental.

Más grave aún es la hipocresía con la que disfraza sus acciones. Hago referencia a dos episodios en los que pretende justificar lo indefendible pero sin la actitud frentera de otros políticos abiertamente de derecha sino con un ladinismo y doblez  sin precedentes. Es así como no se mostró abiertamente enemigo de Unasur ni planteó claramente la necesidad de que Ecuador abandonara este organismo regional, sino que comenzó diciendo que debía pedírsele la devolución del edificio en que funcionaba porque según él se había convertido en un elefante blanco, para luego unirse a los partidarios de su eliminación. De paso atentó contra claros principios jurídicos porque el inmueble no era prestado sino que su propiedad ya había sido transferida, ofendiendo de paso el dicho popular “Mariquita, Mariquita, lo que se da no se quita”.

Más desvergonzada aún, si fuese posible, fue su posición en el caso de Julian Asange, asilado desde hace varios años en la embajada de Ecuador en Londres a causa de su labor de divulgación de documentos que revelan acciones ilegales y maniobras contra la paz por parte de los gobiernos de varios países. Ante la injusticia de la persecución contra él en montajes orquestados entre los gobiernos de Suecia, Estados Unidos y Gran Bretaña, su permanencia en la sede diplomática era una protección para él, así como un símbolo de la vigencia del derecho de asilo, valiosa institución del derecho internacional y derecho humano fundamental frente al abuso del poder, de gran tradición en nuestra América Latina. Pero no, con pretextos y acusaciones falsas, y peor aún, con el ánimo de congraciarse con el gobierno de Estados Unidos y con la pérfida Albión, poco a poco fue minando la posición del perseguido. Parte de esta estrategia sucia fue retirarle a Julian la nacionalidad ecuatoriana que le había sido concedida por su antecesor como una manera de fortalecerlo ante el asedio que se cernía sobre él y que finalmente concluyó de manera tan triste con su captura.

Al atropello al asilo y la felonía con el australiano que había confiado en la protección de un país se suma la indignidad de no dar la cara sacándolo directamente sino mediante permiso de ingreso a la policía británica o sea llamando a fuerzas armadas extranjeras a realizar una labor sucia en el país.

¡Qué falta de vergüenza en un jefe de estado que precisamente debe representar la dignidad de toda una nación y en este caso de un subcontinente que con su respeto al asilo simboliza el decoro de la justicia frente a los abusos del poder!

Continuando con las figuras bíblicas, ahora que estamos en Semana Santa, tuve también la tentación de compararlo con Pilatos. Pero no, no da ni siquiera la talla de este personaje inventor de un jabón muy utlizado en la política y en la vida, quien aunque también es cuestionado en la historia, está lejos de la perfidia y maldad que han mostrado otros.

En un memorable pasaje del libro El largo viaje, Jorge Semprún, uno más de los tristes prisioneros enviados a los campos de concentración nazis, relata que en una parada del tren que los conducía al matadero cambió unas pocas palabras con un joven soldado alemán. El escritor reflexiona sobre el hecho de que a pesar de él estar completamente en manos de un terrible poder opresor, era más libre que el muchacho conscripto. El preso fue capturado por haber tomado voluntariamente en Francia las armas contra el ocupante y era consciente de su destino y consecuente con su decisión. El militar no tenía voluntad propia y era un tornillo más de la brutal máquina de guerra a la que pertenecía.

En un escenario peor que cualquiera de los dos está Lenin Moreno porque eligió no ser libre y conscientemente escogió entregarse a potencias opresoras, asegurándose, eso sí, un lugar destacado en la historia universal de la infamia.

Patada fenicia en el pompeo

El Secretario de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo, visitó varios países del Medio Oriente a fines de marzo. Pieza clave de su gira, además de Israel, fue su presencia en Líbano, pequeño pero importante actor en la política regional por ser el único país de la zona en el que conviven tanto en la sociedad como en el estado los cristianos, los drusos e islámicos.

Igualmente la participación en el gobierno del grupo Hezbolá(Partido de Dios), aliado de Irán y del presidente sirio, que es catalogado como terrorista, firme puntal del llamado eje de la resistencia contra los planes israelíes de dominar la zona, es motivo de gran preocupación para el alto mando estadounidense.

Es entendible entonces que Donald Trump haya enviado a su jefe de política exterior a tratar de influir en las autoridades libaneses para cambiar la posición de su país frente al complicado panorama de la región. El imperio no se ha caracterizado por su diplomacia y siempre ha estado marcado por la prepotencia de quienes se creen dueños del mundo. La rudeza de sus maneras se ha incrementado con el actual mandatario y si no es muy respetuoso de las formas con naciones fuertes como Rusia y ni siquiera con sus aliados de la Otán, no era de esperarse mucha cortesía ni respeto con una nación débil que con gran esfuerzo ha recuperado su paz interna y que se conserva estable en medio de las turbulencias del entorno.

Y es que raya en el descaro total ir a plantearle a un gobierno que eche de su seno a uno de sus componentes y a que rompa con otro país amigo. Pompeo insistió ante los funcionarios libaneses en el presunto carácter terrorista de Hezbolá y en la supuesta amenaza de Irán para la seguridad y la paz. No se limitó a eso, fue más lejos al plantear que Líbano debía ceder parte de su zona económica exclusiva sobre el mar, en la que se han encontrado yacimientos gasíferos, a su protegido Israel, sin mencionar, así fuera por diplomacia, que este país ha agredido a su vecino varias veces y que aún continúa ocupando alguna fracciones del territorio libanés(Granjas de Sheeba y colinas de Kfar Shuba).

Con lo que no contaba el dignatario era con la firmeza con la que respondieron los dirigentes, los partidos y la propia sociedad. Para un pueblo que atravesó largos años de guerra civil (1975-1990) y varias invasiones israelíes (1982,2000 y 2006) es vital mantener el acuerdo entre las distintas fuerzas políticas y las diferentes comunidades religiosas, lo mismo que la independencia y la unidad frente a la amenaza de Israel y del verdadero terrorismo de Al-Qaeda, el Estado Islámico, el Frente Al-Nusra y formaciones similares.

Tanto el presidente, Michel Aoún, como el jefe del Parlamento, Nabih Berri y del ministro de Relaciones Exteriores, Gibran Bassil, fueron enfáticos en señalar que Hezbolá es un partido legal que por lo demás logró mayoría en las últimas elecciones y que el país no está para nada interesado en adscribirse en alianzas antiiraníes. Igualmente fuerte fue la negativa a la pretensión de dificultar el regreso a su país de los numerosos refugiados sirios y las insinuaciones del enviado de Trump sobre una flexibilización de la posición libanesa en el contencioso con Israel sobre las áreas marinas que discuten ambos países.

Nasralá, líder de Hezbolá, se mostró orgulloso de que en una intervención de pocos minutos Pompeo se refiriera 19 veces a su movimiento, señalando este hecho como demostración de que se está en el camino correcto y que sería preocupante lo contrario, el elogio de la gran potencia. Fue también muy claro en advertir lo absurdo de que mientras el gringo acusaba a Irán y Hezbolá de todos los males, no mencionó ni una sola vez las agresiones del Estado de Israel a sus vecinos ni el hecho de que sigue ocupando ilegalmente Palestina, parte del Líbano y de Siria.

Tan grande fue el fiasco que se llevó el agente de Trump que canceló la rueda de prensa que tenía planeada conceder a los comunicadores libaneses e internacionales.

Fue un verdadero puntapié el que recibió en medio de la suavidad de las formas diplomáticas de sus anfitriones en la parte del cuerpo en la que la espalda pierde su decente nombre y que en nuestro idioma se parece mucho a su propio apellido.

Algo de esto debería ser tenido en cuenta por nuestros gobernantes cuando se observa el trato que le da el mandatario de Estados Unidos al presidente colombiano.

El silencio de San José

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Foto tomada de la página de la comunidad de Paz de San José de Apartadó

Mientras en todo el país se celebraba el 24 de marzo el día de San José de Nazaret, padre putativo de Jesús y santo patrono de la Iglesia Católica, en ese mismo fin de semana largo se conmemoró el aniversario 22 de la creación de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó.

El discreto carpintero ha sido llamado “el santo del silencio” porque en los relatos bíblicos no se citan palabras suyas y solamente se enfatizan su amor y comprensión por María y su hijo. Puede entenderse y hasta alabarse el mutismo en este hombre sagrado. En cambio, no es nada sano ni loable el silencio que se ha tendido sobre la pacífica comunidad que lleva su nombre en un recóndito paraje de las últimas estribaciones de la cordillera occidental, cerca del mar en el Urabá antioqueño.

Nada dijo la gran prensa sobre esta celebración en la que se conmemoró aquel 23 de marzo de 1997 cuando cerca de 1600 campesinos de diferentes veredas realizaron un pacto fundacional en el que le dijeron no al desplazamiento forzado, reclamaron su neutralidad frente a todos los actores de la guerra, incluyendo las fuerzas armadas oficiales, así como el derecho a permanecer en sus parcelas. Esta interesante experiencia no se ha limitado a la resistencia pacífica. Ha trascendido hacia nuevas formas de organización social y de producción autónoma como alternativa frente al modelo del capitalismo salvaje. El precio pagado ha sido muy alto: 267 de sus miembros asesinados a lo largo de esta ardua travesía de más de dos décadas en las que además de la violencia misma han tenido que enfrentar la estigmatización por parte de voceros oficiales que pretenden mostrarlos como aliados de grupos irregulares. Una de las etapas más duras se vivió en los primeros años cuando los paramilitares y el ejército establecieron retenes en los que se les confiscaban los alimentos para destruir la naciente formación social, a la vez que se asesinó a los tenderos y dueños de los almacenes en los que se abastecía la población. La firmeza, la denuncia y la solidaridad les permitió cruzar el desierto del cerco de hambre y los fortaleció en la creación de una economía solidaria y autónoma en la que se destacan los cultivos de cacao.

El reconocimiento a San José de Apartadó lo llevó a ser sede de un encuentro con delegados de otros grupos indígenas, negros y campesinos que crearon en 2003 la Red de Comunidades en Resistencia. Uno de los logros de esta red es la creación de una universidad campesina en la que se comparten saberes desde una mirada alternativa frente al concepto mismo de universidad dominante en la cultura mayoritaria. En esta forma de educación popular hay una formación teórico-práctica que no se encuadra en ideas de competencia ni explotación sino en un saber al servicio de la resistencia y de la búsqueda de una nueva sociedad no basada en el lucro sino en la solidaridad y en el derecho de los pueblos, en la que el conocimiento no es mercancía sino un saber compartido para impulsar la vida digna y en paz.

Es triste que la existencia y valor de esta comunidad sean más reconocidos fuera del país que dentro de él y que cada día sus pobladores tengan que seguir luchando arduamente por su opción pacífica y por la vida misma de sus integrantes, constantemente amenazada por formaciones paramilitares y en ocasiones por miembros del propio estado. A pesar de los riesgos persisten en sus normas de proscripción de la presencia de cualquier actor armado, en la prohibición de porte de armas por parte de cualquiera de sus miembros, en la transparencia y la solución pacífica de los conflictos, así como en la prohibición de la venta de bebidas alcohólicas (mala noticia para los amigos del traguito).

Estos compatriotas, como todos, tienen derecho a vivir en paz y a escoger libremente sus formas de organización, de producción y de vida colectiva. Sin embargo, ante la falta de garantías por parte de un estado que debería protegerlos, han tenido que acudir a instancias internacionales y a la protección de voluntarios de otros países. Es así como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha dictado medidas de protección y como en su territorio son acompañados por religiosos y laicos de otros países, entre ellos miembros de Brigadas de Paz Internacionales, Operación Paloma y Fraternidad de Reconciliación, reconocidas organizaciones no gubernamentales de apoyo a la paz en el mundo.

Que el mes de marzo que corre sea una buena oportunidad para recordar al santo del silencio y para romper el silencio sobre la hermosa colectividad que enaltece su nombre.


Enero en la memoria

imagen abstracta

Fotos tomadas de internet

“….tocad más sombriamente los violines, luego subiréis como humo en el aire, luego tendréis una fosa en las nubes, allí no hay estrechez”, Paul Celan, poema Fuga de Muerte.

Por decisión de la UNESCO el 27 de enero de cada año es conocido como  Día Internacional de Conmemoración del Holocausto  porque en esa fecha del año 1945, cuando la Segunda Guerra Mundial se acercaba a su fin, fue liberado por el Ejército Rojo el complejo de campos de concentración más famoso, Auschwitz-Birkenau, ubicado en territorio de la Polonia ocupada.

Hoy, a 74 años de tan importante acontencimiento sigue vigente la necesidad de recordar lo sucedido, enaltecer la memoria de los millones de víctimas y mantener la alerta frente al antisemitismo, la xenofobia y en general contra toda apología del odio contra pueblos o razas. El holocausto de los judíos es sin duda una de las páginas más oprobiosas de la historia de la humanidad, en la que por cierto no son escasos los genocidios y las atrocidades en masa. Desde luego esta inmensa tragedia, que los judíos denominan la Shoa, los marcó a fuego y  se constituye en la prueba más dura que han afrontado en todo su devenir histórico y por sus dimensiones constituye una ofensa sin parangón contra toda la humanidad.

Sin embargo, a veces parece olvidarse que ellos no fueron las únicas víctimas de la barbarie hitleriana. Los campos de exterminio eran lugares destinados a la liquidación más despiadada de otras minorías como los gitanos, así como de los homosexuales, presos políticos y prisioneros de guerra. No se trata, por supuesto de una competencia de cifras ni de establecer categorías pero con frecuencia se desconoce el hecho de que la mayor cuota de sacrificio en la conflagración la puso la Unión Soviética, con cerca de 22 millones de muertos y 70.000 pueblos o aldeas destruidos.

En este contexto se resalta que otro 27 de enero, esta vez de 1944, fue roto el cerco que las fuerzas de la Alemania nazi tenían sobre Leningrado, segunda ciudad de la por ese entonces Unión Soviética, conocida en la actualidad como San Petersburgo. Este asedio fue el más feroz y mortífero de la Segunda Guerra Mundial y uno de los más prolongados de la historia, toda vez que inició el 8 de septiembre de 1941, se prolongó por más de tres años y según distintas estimaciones, cobró las vidas de entre 750.000 y 1,5 millones de habitantes, de los cuales más del 90 % de ellos pereció de hambre.

Hecha esta introducción, veamos algunos de los muchos episodios que enaltecen la memoria de estos dos grandes grupos de víctimas del oscuro capítulo vivido entre el ascenso al poder de Hitler en 1933 y su caída definitiva en 1945.

Dramas en las calles del gueto

Contrariamente a lo que muchas veces se muestra, los hebreos de Europa Central no se dejaron llevar pasivamente al matadero y a pesar de estar superados abrumadoramente por la máquina de guerra nazi, hubo grupos que tomaron las armas para autodefenderse,   proteger hasta donde fuera posible a las comunidades de las que formaban parte y efectuar acciones de sabotaje a los establecimientos que la industria militar alemana había instalado en los guetos. Son legendarias las actuaciones de la resistencia en los guetos de Varsovia, Vilna y Byalistok, así como de unidades de guerrilla en los bosques polacos en coordinación con los comunistas y otros patriotas. Los dos levantamientos en la capital polaca (en 1943 y 1944), ambos caracterizados por el heroísmo y sacrificio de los sublevados, terminaron  sofocados brutalmente, pero en el primero de ellos consuela saber que luego de varios meses de desigual lucha, los 17 últimos combatientes que sobrevivieron alcanzaron a ser evacuados de las calles por un camión de la resistencia comunista para ser llevados a los bosques e incorporarse a las brigadas partisanas.

En la ciudad del Vístula, al menos los luchadores murieron con las armas en la mano enfrentando al enemigo porque la resistencia logró legitimidad y apoyo del pueblo que representaba. En cambio en Vilna, Lituania, de tanta presencia judía por la época que llegó a ser llamada la Jerusalén del Norte, los resistentes no lograron el respaldo mayoritario del gueto sino que se vieron en el dilema desgarrador de combatir a su propia gente o entregarse al Juden Rat (Consejo Judío, especie de autogobierno en el gueto que de alguna manera debía entenderse con el mando nazi y cumplir con unas cuotas mínimas de deportados hacia los campos de concentración) para que a su vez aquél los pusiera a disposición de los ocupantes alemanes. A mediados de 1943 los alemanes le exigen al Consejo Judío que entregue a Wittenberg, el jefe de la Organización Unificada de Partisanos pues de no hacerlo, la consecuencia sería la aniquilación del gueto. El Judenrat convocó a los líderes insurgentes a una reunión para “evaluar la situación”, pero en realidad era una trampa porque advirtió a la Gestapo, que se hace presente y secuestra al dirigente. Sin embargo, otros miembros de la Resistencia interceptan la patrulla alemana y rescatan a Wittenberg. Desde ese momento la Resistencia abandona la clandestinidad, ubica morteros en lugares estratégicos y se despliega en actitud de combate pero por concentrarse en la actividad militar no convoca a la población en la plaza central para explicarle la situación y consultarla sobre los pasos a seguir, lo que sí hace Gens, el presidente del Juden Rat, quien arenga a las masas convenciéndolas de que no hay alternativa diferente a llevar al jefe rebelde ante los nazis pues la otra opción es que todos perecieran. La multitud se moviliza con la consigna “entreguen a Wittenberg, queremos vivir” con una clara exigencia en ese sentido. La tensión llega al máximo y ya hay conatos de refriega. Los comandos de la resistencia optan por no usar las armas contra su propio pueblo, son desarmados y apresados por la policía judía. Debilitada y aislada, la comandancia restante ve que no hay salida a la encrucijada y entrega a su propio comandante en un intento desesperado por ganar la confianza de su gente (dejo a la imaginación del lector las diferentes conjeturas que pueden hacerse sobre la suerte que corrió el hombre después de ser recibido con los brazos abiertos por la Gestapo). Posteriormente los resistentes procuran enviar la mayor parte de sus miembros a los bosques sin poder lograrlo y los pocos que quedan son eliminados junto con los demás integrantes del gueto en septiembre de 1943.

Otro acto de sacrificio fue el protagonizado en Auschwitz por el sacerdote católico Maximiliano Kolbe, quien voluntariamente se ofreció a ocupar el lugar del sargento polaco Franciszek Gajowniczek, quien era uno de los 10 prisioneros que iban a ser asesinados como represalia por la fuga de otro de los presos.

Cuando Franciszek salió de su fila, musitó estas palabras: «Pobre esposa mía; pobres hijos míos».​ Maximiliano Kolbe, afectado por una tuberculosis desde bastante antes, estaba cerca y lo oyó. Enseguida, dio un paso adelante y le dijo al comandante del campo: «Soy un sacerdote católico polaco, estoy ya viejo. Querría ocupar el puesto de ese hombre que tiene esposa e hijos».​ El oficial nazi, aunque irritado, finalmente aceptó su ofrecimiento y Maximiliano Kolbe, que tenía entonces 47 años, fue puesto, junto con otros nueve prisioneros, en ayuno obligado para que muriera. Los diez condenados fueron recluidos en una celda subterránea el 31 de julio de 1941.

Pero como —tras padecer tres semanas de hambre extrema— el 14 de agosto de 1941 aún sobrevivía junto a otros tres condenados y los oficiales a cargo del campo querían dar otro destino a la celda, Kolbe y sus tres compañeros de cubículo fueron asesinados administrándoles una inyección de fenol.

Es tan grande la huella dejada por este religioso que fue elevado a la categoría de santo y hasta se sintió en Colombia pues algunos jóvenes integrantes del movimiento que lleva su nombre, inspirados en su vida y obra, se ofrecieron a remplazar en la década del 80 a los secuestrados que estuvieran en mayor peligro de muerte por sus condiciones de salud o por la edad avanzada.

Sinfonía de esperanza y dignidad: la música vence el hambre y el horror.

Miremos ahora el acontecimiento más recordado de los casi tres años de la epopeya de Leningrado: el concierto realizado en  agosto de  1942 en uno de los momentos más difíciles del bloqueo a la ciudad.

A esa altura el asedio, comenzado desde julio del año anterior, se había estrechado tanto que los sitiadores cortaron en septiembre la última vía de ferrocarril que unía la urbe con el resto del país. La situación era tan grave que las únicas formas de hacer llegar alimentos eran por el aire y por una estrecha franja de hielo del lago Ladoga, conocida como “El camino de la vida”. Los 2.500.000 habitantes, de los cuales 400.000 eran niños, quedaron atenazados por la hambruna, la falta de agua potable, la casi destrucción del sistema de alcantarillado y los constantes bombardeos de los nazis. La escasez, casi falta total de alimentos, llegó a ser tal que primero los caballos y luego los perros, gatos y hasta ratas se convirtieron en parte de la dieta habitual. El panorama mejoró considerablemente cuando pudo regulariizarse una mínima ración de pan diaria para cada persona y la población puso en práctica las recomendaciones de los científicos sobre recetas con base en una lista de plantas forrajeras. Así empezaron a servirse en  los hogares de Leningrado croquetas de trébol, ensaladas de diente de león y sopas de ortiga, entre otras exquisitices típicas de la economía de guerra.

Lo que menos podría pensarse en tan dramáticas circunstancias sería un evento cultural de grandes dimensiones, pero aun así, una orquesta fue capaz de interpretar una  sinfonía del compositor ruso Dimitri Shostakovich compuesta precisamente en honor de la heroica Leningrado y transmitirla por toda la ciudad.

Los músicos, reclutados de lo que quedaba de la Orquesta Radio Leningrado y entre  otros traídos del frente de combate, apenas tuvieron tres días de ensayo de la presentación. Varios se desmayaron del hambre durante las sesiones preparatorias.

«La orquesta estaba formada por músicos que eran víctimas de bombardeos, inanición, hambruna, y apenas eran capaces de sostener sus instrumentos para tocar», explica el director de orquesta nacido en la época soviética, Semyon Bychkov.

Pocos momentos antes del evento, el ejército soviético perpetró un intenso bombardeo sobre las líneas militares de Alemania para silenciar las armas enemigas y que el concierto se pudiera celebrar sin interrupciones. Se instalaron altavoces en toda la ciudad, no sólo para que la población local escuchara la música, sino también para las tropas alemanas.

El increible acontecimiento ha entrado en la historia como un momento estelar que hace brillar luces de esperanza y resalta el poder sublime del arte aún en las peores condiciones para preservar la condición de humanos de quienes estaban condenados a la destrucción de toda dignidad por potencias malévolas.

En un documental de la BBC se describe así lo sucedido en ese inolvidable instante:

«Los candelabros brillaban, era una sensación tan extraña… Por una parte no podía ser posible –el bloqueo, los entierros, las muertes, la hambruna y la Sala Filarmónica”.

Uno de los asistentes lo recuerda así: «Lo único que temíamos era que los alemanes empezaran a bombardearnos. Pensaba ‘Dios, deja que escuchemos el concierto hasta el final’. Entonces el director Eliasberg salió, la orquesta se puso de pie y tocaron. Todos tenían hambre pero estaban vestidos de gala. Por un lado quería llorar, pero al mismo tiempo había un sentimiento de orgullo. ‘Maldita sea, ¡tenemos una orquesta! Estamos en la Filarmónica así que ustedes los alemanes ¡quédense donde están!’. Estábamos rodeados de alemanes. Nos estaban bombardeando pero había una sensación de superioridad».

El final del concierto fue acogido en un principio con silencio.

«Y de repente se produjo una tormenta de aplausos», relata Ksenia Matus.

«Una niña apareció entre el público con un ramo de flores y se lo dio al director de orquesta. ¿Se puede imaginar? ¡Flores frescas durante el bloqueo! Era insoportablemente alegre».

Es claro que la gloriosa presentación elevó la moral de los sitiados y que incluso entre los sitiadores produjo un impacto enorme porque llegaron a la conclusión de que no se podía vencer a personas con tan decidida voluntad de lucha, supervivencia y dignidad. El director de la orquesta refirió que después de la guerra, en la década de los 50, recibió la visita de exsoldados alemanes que participaban del cerco, quienes le refirieron que ese día memorable también tenían hambre y que cuando escucharon la interpretación de la sinfonía de Shostakovich entendieron que una ciudad de gentes que demostraron ese tipo de ánimo no se iba a rendir. Llegó incluso a comentarse que muchos sus camaradas lloraron al oir las inefables notas musicales.

«He aquí personas que representaban el lado opuesto de la guerra y que necesitaban la música tanto como aquellos para los que fue compuesta», comenta uno de los sobrevivientes del asedio.

En fin de cuentas, la sinfonía se compuso y se ejecutó para toda la humanidad. Es en aras de ese sentimiento de fraternidad de toda la familia humana que es ahora tan vigente luchar contra las guerras y los discursos de odio.

La memoria de las víctimas del holocausto y de las contiendas bélicas en general y el futuro de la familia humana así lo reclaman.

Fuentes: Seis estudios sobre genocidio, de Daniel Feierstein, Diario Judío de México y Wikipedia.